La Central Termoeléctrica Antonio Maceo, conocida como Renté, continúa operando de manera limitada con tres de sus bloques fuera de servicio como consecuencia del huracán Imelda, agravando la crítica situación energética que vive el oriente cubano y manteniendo a miles de familias en prolongados apagones que en muchos casos superan las 20 horas.

El director general de la planta, Jesús Aguilar Hernández, confirmó a medios oficiales que los bloques tres, cinco y seis permanecen paralizados debido a los efectos del evento meteorológico. Actualmente, brigadas de técnicos concentran sus esfuerzos en intentar reactivar el bloque seis, cuya incorporación aportaría aproximadamente 50 megavatios al deteriorado Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
Uno de los principales obstáculos identificados por la dirección de la termoeléctrica es el sistema de alimentación de agua de mar. La bahía de Santiago de Cuba, de carácter semicerrado, acumula sedimentos y desechos que obstruyen continuamente los filtros, interrumpiendo el flujo necesario para los procesos de generación eléctrica.
A esta dificultad se suman daños persistentes en los pozos que abastecen de agua a las unidades, limitando aún más la capacidad de producción de una planta que se encuentra en estado de vulnerabilidad crónica.
La actual situación de Renté no puede entenderse sin el historial de fallas técnicas que arrastra. Apenas días antes del impacto de Imelda, las unidades 3 y 5 habían salido de servicio durante intensas lluvias, dejando a poblaciones completas del oriente cubano sin suministro eléctrico.
La visita del presidente Miguel Díaz-Canel a la planta, en la que prometió que la central alcanzaría «estabilidad» antes de fin de año, contrasta con la realidad de una instalación marcada por averías recurrentes, incendios, accidentes laborales mortales y ciclos de mantenimiento que no logran sostener su funcionamiento a largo plazo.
El deterioro de Renté, convertida en símbolo de la crisis energética nacional, tiene consecuencias directas sobre la población de Santiago y otras provincias orientales. Los apagones extendidos han transformado la vida cotidiana: familias completas recurren al carbón para cocinar cuando logran encontrarlo, hospitales enfrentan emergencias sin respaldo energético estable y los barrios sumidos en la oscuridad se han convertido en escenario de protestas espontáneas que son rápidamente vigiladas por fuerzas policiales.
Aunque la dirección de Renté asegura que las labores de recuperación avanzan con prioridad, septiembre se confirma como el mes más crítico del año en materia energética, con déficits que han alcanzado los 1,840 MW y un SEN que opera al borde del colapso técnico y social.
Mientras las promesas oficiales de estabilidad chocan con la experiencia cotidiana de los cubanos, las noches interminables sin electricidad alimentan una creciente desconfianza hacia los anuncios del gobierno y profundizan el malestar social en la región oriental, la más afectada por la crisis energética que atraviesa el país.














