Mientras el catamarán V2V Empress asume la ruta de forma temporal, los habitantes del municipio especial enfrentan desabastecimiento y descontento ante la fragilidad del transporte marítimo
La vida en este municipio especial, separado de la Isla de Cuba por más de 50 kilómetros de mar, depende de manera crítica de un frágil cordón umbilical marítimo. La reciente salida a reparación del ferry “Perseverancia”, la columna vertebral de esta conexión, ha sumido a la población en una nueva etapa de incertidumbre y descontento. La embarcación, encargada del vital transporte de pasajeros y cargas rodantes entre la Isla de la Juventud, Surgidero de Batabanó y Cayo Largo del Sur, no estará operativa hasta, previsiblemente, el 20 de diciembre, dejando al descubierto la vulnerabilidad del sistema.

El anuncio fue realizado por un funcionario del Ministerio de Transporte (Mitrans) en un material compartido por el ministro Eduardo Rodríguez Dávila. “El ferry Perseverancia dará su último viaje el día 3 y llegará el día 5 a los astilleros de CDC y a partir de ahí va a empezar su reparación”, explicó el oficial. En un intento por generar confianza, aseguró que cuentan con el “70% de todo lo que hace falta para la reparación” y que el 30% restante “ya está contratado”. Los trabajos consistirán, según sus palabras, en “limpieza de cascos, pintura, acomodo, clima y comunicaciones”.
Para suplir la ausencia del “Perseverancia”, las autoridades han asignado el catamarán V2V Empress, que asumió la ruta desde el 29 de septiembre. Esta embarcación, de capacidad media para 240 pasajeros, representa un paliativo, pero no una solución de fondo. Los boletos, según precisó el titular de Transporte, tienen un precio de 200 CUP y pueden adquirirse con 15 días de antelación. Su itinerario alternará jornadas de navegación hacia Batabanó y hacia Cayo Largo, reservando un día a la semana para mantenimiento.
No obstante, la capacidad del V2V Empress es significativamente menor a la de un ferry, lo que se traduce en una reducción inmediata en la cantidad de pasajeros y carga que puede movilizar. Para una población que depende de este enlace para el abastecimiento de alimentos, medicinas, combustible y otros insumos vitales, esta reducción de capacidad agrava la ya crítica situación de desabastecimiento que sufre el territorio. Además, la imposibilidad de transportar cargas rodantes (autos, motos, etc.) paraliza el comercio y la logística local.
La programación oficial incluye, según las autoridades, la “revisión de normas sobre equipajes y convivencia en las terminales y agencias”, con el declarado propósito de “garantizar un servicio seguro y ordenado”. Sin embargo, para los habitantes de la Isla de la Juventud, estas medidas son insuficientes frente a un problema estructural. El sistema de transporte marítimo ha estado al borde del colapso durante años, con el “Perseverancia” operando de manera sobreexplotada y con interrupciones frecuentes, mientras otros barcos, como los catamaranes Río Júcaro y Río Las Casas, llevan años fuera de servicio por “avanzado deterioro”.
El anuncio de que “próximamente” entrará en operación el catamarán Río Las Casas es recibido con escepticismo, dada la reiterada postergación de su puesta en marcha. La situación ha generado un palpable malestar entre los pineros, quienes se sienten víctimas de un “aislamiento progresivo” y exigen una solución permanente y de mayor escala. La dependencia de un solo ferry operativo y la entrada temporal de un catamarán de menor capacidad no hacen más que evidenciar la precariedad de una infraestructura que es, literalmente, una cuestión de vida o muerte para la sostenibilidad de la Isla de la Juventud.














