Reportan incendio en central termoeléctrica de Santiago de Cuba

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Una vez más, el sistema eléctrico cubano se enfrenta a un evento que recuerda su vulnerabilidad crónica. En la madrugada de este domingo 21 de septiembre, un incendio afectó la Central Termoeléctrica Antonio Maceo (Renté) en Santiago de Cuba, poniendo de manifiesto que, en la isla, la normalidad energética depende más de la improvisación que de la planificación y el mantenimiento efectivo.

Según reportes oficiales, el siniestro comenzó alrededor de la 1 a.m. y fue controlado pasadas las 6 a.m., sin víctimas humanas. La planta continuó operando con sus tres bloques, aunque con limitaciones en la capacidad de generación: dos bloques aportaron unos 50 megawatts cada uno, y el tercero se reincorporó lentamente, alcanzando unos 60 megawatts. La información oficial insistió en que el incidente no afectó el funcionamiento normal de la central, pero la insistencia en este mensaje solo refuerza la percepción de que cualquier problema, por menor que parezca, obliga a poner en marcha protocolos de emergencia que no deberían ser la norma.

Lo ocurrido en Renté no es un hecho aislado. La frecuencia de accidentes, cortes y fallas en el sistema eléctrico cubano revela un patrón preocupante: plantas envejecidas, mantenimiento insuficiente, escasez de repuestos y una dependencia excesiva de equipos obsoletos importados en condiciones difíciles. Cada incidente obliga a movilizar brigadas, bomberos y recursos de distintos organismos, dejando en evidencia que la infraestructura energética opera en un estado de alerta permanente, donde lo excepcional se ha vuelto rutinario.

Las imágenes de la rapidez con que se organizó la respuesta —con participación de la Refinería Hermanos Díaz, camiones cisterna y especialistas en rescate— muestran coordinación, pero también subrayan la necesidad de apagar incendios en vez de prevenirlos. Cada emergencia se convierte en un recordatorio de que el sistema está al límite, y que la estabilidad eléctrica no depende de planificación ni inversión, sino de la capacidad de reacción ante lo inevitable.

El sistema eléctrico cubano sigue mostrando una fragilidad crónica que impacta a empresas, hospitales, escuelas y hogares. La recurrencia de incidentes en centrales estratégicas, como Renté, refleja que la isla vive atrapada en un ciclo donde los apagones, las fallas técnicas y los incendios son parte del paisaje cotidiano. En este contexto, la sensación general es que siempre debe suceder algo para que el Estado ponga en marcha sus recursos, y que la prevención efectiva sigue siendo un lujo inaccesible para un sistema al borde del colapso.

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