La reciente visita del designado gobernante Miguel Díaz-Canel a Vietnam ha expuesto, una vez más, la profunda crisis ideológica y material que atraviesa el régimen cubano. Lejos de buscar soluciones pragmáticas a la desastrosa situación económica del país, Díaz-Canel parece haberse embarcado en una misión para importar fórmulas de espiritualidad y propaganda asiáticas, con el objetivo explícito de insuflar nueva vida al estancado culto a la personalidad de Fidel Castro. Esta estrategia, anclada en una desesperación palpable, revela una cúpula desconectada de la realidad de su pueblo, que busca reemplazar la gobernanza efectiva con una veneración fabricada.
Con más de una década de experiencia en el análisis de sistemas políticos y la historia de América Latina, observamos que este intento de «endiosar» a los líderes históricos no es novedoso en los regímenes totalitarios, pero su aplicación en la Cuba actual subraya la falta de alternativas reales para una nación al borde del colapso.
La Gira Asiática: ¿Búsqueda de Soluciones o de Fórmulas de Control?
El viaje de Díaz-Canel a Vietnam y otros países asiáticos no fue meramente una misión diplomática rutinaria. En un contexto de profunda escasez en Cuba, con apagones constantes, escasez de alimentos y medicinas, y una inflación galopante, la priorización de una agenda que incluye la observación de prácticas de espiritualidad y propaganda parece, a todas luces, una distracción. El propio Díaz-Canel, a través de su cuenta de X (anteriormente Twitter), se encargó de dejar clara su intención, elogiando la «profundidad» de la espiritualidad vietnamita y su capacidad para honrar a ancestros y líderes históricos.

En un giro revelador, el mandatario cubano no perdió la oportunidad de conectar directamente esa «espiritualidad» con las figuras de Fidel y Raúl Castro, presentándolos como equivalentes del venerado Ho Chi Minh en la devoción popular. Este acto no es un simple reconocimiento histórico; es un intento calculado de legitimar y fortalecer el culto a la personalidad de los Castro, intentando elevarlos a un estatus casi mítico o religioso, una práctica común en sistemas autoritarios que buscan cohesionar a la población no a través del bienestar, sino de la ideología y la obediencia ciega.
El Culto a la Personalidad: Una Herramienta del Totalitarismo Asiático
El culto a la personalidad es una característica definitoria de muchos regímenes comunistas totalitarios, particularmente en Asia. Desde Corea del Norte, con la dinastía Kim, hasta el propio Vietnam, con la figura de Ho Chi Minh, este fenómeno ha servido como un pilar fundamental para el control ideológico y la perpetuación del poder. Sus elementos son consistentemente similares: la deificación del líder, la omnipresencia de su imagen en el espacio público, la reescritura de la historia para glorificar su papel y la supresión de cualquier disidencia que cuestione su infalibilidad.
En estos contextos, la espiritualidad y propaganda se fusionan para crear una narrativa oficial que impregna todos los aspectos de la vida ciudadana. El líder no es solo un político, sino un padre de la nación, un visionario, casi una deidad, cuyas enseñanzas son la única verdad y cuyo legado debe ser venerado por encima de todo. Esto permite al régimen operar con una justificación moral que trasciende la simple administración, convirtiéndola en una misión casi sagrada.
¡Profundamente inspirado por la espiritualidad vietnamita! Una nación que honra a sus ancestros y líderes históricos como el Tío Ho Chi Minh. Nos recuerda la importancia de reconocer la grandeza de figuras como #FidelCastro y #RaulCastro, pilares de nuestra Revolución. #Cuba #Vietnam
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) September 2, 2025
Raíces y Evolución del Culto en Cuba
En Cuba, el culto a la personalidad de Fidel Castro se gestó y consolidó a lo largo de décadas. Su figura fue cuidadosamente construida como la del líder infalible de la Revolución, el artífice de todas las victorias y el protector del pueblo. Tras su muerte, el aparato propagandístico se intensificó para preservar su imagen, a pesar de que el propio Fidel había expresado su deseo de no ser objeto de monumentos o estatuas. Raúl Castro, y ahora Miguel Díaz-Canel, han continuado con esta línea, manteniendo a Fidel como un faro ideológico inmutable.
Sin embargo, la efectividad de esta estrategia en la Cuba contemporánea es cada vez más cuestionable. La sociedad cubana, que ha experimentado cambios generacionales significativos y un acceso creciente a la información a través de internet, se muestra menos susceptible a los discursos que no se traducen en mejoras tangibles en su calidad de vida. La veneración impuesta choca frontalmente con la cruda realidad del día a día.
La Desconexión del Régimen con la Realidad Nacional
Mientras Díaz-Canel busca en Vietnam modelos para la espiritualidad y propaganda, la situación interna de Cuba se deteriora a pasos agigantados. Informes de organismos internacionales y análisis independientes, como los publicados por el Observatorio Cubano de Conflictos (OCC), documentan un aumento alarmante de la insatisfacción social y una crisis humanitaria que impulsa oleadas migratorias sin precedentes. La economía cubana no logra recuperarse, y las promesas de prosperidad quedan relegadas a un futuro incierto.
- Escasez Crónica: Alimentos básicos, medicinas, combustible y repuestos son difíciles de encontrar, generando largas colas y un mercado negro que ahoga los salarios.
- Crisis Energética: Los apagones, que se extienden por horas en todo el país, han paralizado la producción y la vida cotidiana, exacerbando el descontento popular.
- Emigración Masiva: Cientos de miles de cubanos han abandonado la isla en los últimos años, buscando mejores oportunidades y huyendo de la desesperanza económica y política, una cifra récord que supera cualquier periodo histórico reciente (Fuente: Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. y datos de ACNUR).
- Infraestructura en Colapso: Las escuelas se derrumban, los hospitales carecen de recursos básicos y la vivienda es un problema acuciante, contrastando con los recursos dedicados a la propaganda y los viajes oficiales.
En este escenario, el discurso oficial que ensalza la figura de Fidel Castro y apela a una «espiritualidad revolucionaria» resuena cada vez más hueco. ¿De qué sirve tener bustos de Martí si las escuelas están destruidas? ¿Qué alivio ofrecen las consignas cuando no hay medicinas en los hospitales? La ironía es dolorosa para la población, que ve cómo sus líderes viajan al extranjero en aviones arrendados a un costo de miles de dólares por hora (como el que transportó a Díaz-Canel y Lis Cuesta a Vietnam, según reportes), mientras ellos luchan por la subsistencia diaria.
La Estrategia de Sustitución: Propaganda por Soluciones Reales
El Partido Comunista de Cuba, en lugar de implementar reformas estructurales audaces que aborden las causas profundas de la crisis, parece optar por la vía de la espiritualidad y propaganda como una estrategia de sustitución. La veneración de figuras históricas y la insistencia en una narrativa ideológica inmutable se convierten en el eje central del intento por mantener la cohesión social y la lealtad al régimen.
Este enfoque es un claro indicador de la falta de capacidad del régimen para ofrecer soluciones tangibles. Cuando la gestión económica es ineficaz y el modelo político no genera bienestar, la narrativa se vuelve hacia la glorificación del pasado y la creación de mitos. El objetivo es desviar la atención de los problemas actuales, apelando a la emoción, el deber histórico y una lealtad casi mística al «legado» de la Revolución.
Sin embargo, como señaló el propio Silvio Rodríguez en un momento de lucidez, existe un «desgaste material» en la sociedad cubana que ya no puede ser ignorado. La población, agotada por décadas de promesas incumplidas y sacrificios sin recompensa, empieza a cuestionar la validez de un sistema que prioriza la imagen y la retórica sobre el bienestar básico de sus ciudadanos.
Implicaciones y Perspectivas Futuras: El Límite de la Retórica
El intento de Miguel Díaz-Canel de revitalizar el culto a Fidel Castro mediante la importación de modelos de espiritualidad y propaganda asiáticos es una estrategia que, a largo plazo, está condenada al fracaso en la Cuba de hoy. Si bien estas fórmulas pudieron haber sido efectivas en otros contextos y épocas, la realidad cubana actual es significativamente diferente. La información fluye, la desafección es profunda y la capacidad de resistencia del pueblo cubano frente a la adversidad es innegable. Las nuevas generaciones, en particular, demandan un futuro que vaya más allá de la glorificación de figuras del pasado y se centre en oportunidades reales y libertad.
Las consecuencias de esta obstinación por mantener un sistema ideológico rígido, en detrimento de la resolución de problemas urgentes, son alarmantes: un aumento de la polarización social, un crecimiento de la diáspora cubana, un mayor estancamiento económico y una profundización de la desconfianza entre gobernantes y gobernados. La espiritualidad y propaganda, por muy sofisticadas que sean, no pueden llenar neveras vacías, encender bombillas en un hogar a oscuras o curar a los enfermos sin medicinas.
Este enfoque, que según nuestro experto en relaciones internacionales y sistemas políticos Iván León, quien cuenta con Másteres en Diplomacia y Relaciones Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid y la UAB, solo «exhibe la desesperación de una cúpula sin capacidad de resolver los problemas reales del país«, aleja aún más a Cuba de un camino viable hacia la recuperación y el progreso. El mundo observa cómo un régimen se aferra a métodos anacrónicos, mientras su población anhela un cambio que les devuelva la esperanza y la dignidad.
Conclusión: La Ineficacia de la Deificación en la Cuba Actual
En resumen, la búsqueda de Miguel Díaz-Canel en Vietnam de «fórmulas para endiosar al dictador Fidel Castro» es un síntoma claro de la profunda crisis de legitimidad y gobernanza que enfrenta el régimen cubano. La estrategia de apostar por la espiritualidad y propaganda, en lugar de por soluciones concretas a los problemas que asedian a la población, demuestra una desconexión crítica y una desesperación por mantener el control ideológico a toda costa. La exportación de modelos asiáticos de culto a la personalidad no logrará que los cubanos adoren a sus dirigentes; por el contrario, exacerbará el resentimiento y la sensación de que el gobierno ha abandonado a su pueblo en su lucha diaria. La historia ha demostrado que, aunque la propaganda puede moldear percepciones temporalmente, no puede suplantar la necesidad fundamental de bienestar, libertad y progreso.