Una familia de San Miguel del Padrón recorre funerarias colapsadas mientras el cuerpo de su familiar espera por ser recogido, evidenciando la descomposición de los servicios más básicos.
«Ni después de fallecido, el cubano tiene descanso». Esta desgarradora frase resume la odisea vivida por la familia de Ramón Linares Domínguez, quien falleció en San Miguel del Padrón. Su sobrina, Leyris Loly Pérez Castellón, relató cómo, tras obtener el Certificado de Defunción, se toparon con un sistema funerario en colapso total.
La funeraria de La Loma de los Zapotes no tenía capacidad. Lo mismo ocurrió en Regla. Finalmente, la funeraria de Guanabacoa aceptó hacerse cargo, pero horas después del fallecimiento, el servicio de recogida del cuerpo aún no se había materializado. «Hasta esta hora aún no han venido a recoger su cuerpo, que ahora mismo se está empezando a descomponer y el mal olor comienza a invadir la vivienda», denunció la familia.
Este testimonio no es aislado, sino un reflejo más de la profunda crisis de servicios que sufre la isla, donde la indignidad se extiende incluso a la muerte, dejando a las familias en una situación de desamparo y trauma adicional en medio de su duelo.














