Cuba se encuentra inmersa en una ambiciosa carrera contra el tiempo para paliar su severa crisis energética. El gobierno ha anunciado que para finales de 2025 planea tener 51 parques fotovoltaicos operativos, una infraestructura que, según las proyecciones oficiales, aportaría más de 1.000 megavatios (MW) al Sistema Eléctrico Nacional (SEN). De este total, 32 parques solares ya estarían sincronizados a la red. Este megaproyecto, calificado como una «estrategia de emergencia», representa una inversión estatal que supera los mil millones de dólares, una cifra considerable para una economía bajo una profunda crisis.

La transición hacia las energías renovables, con la solar a la cabeza, se ha posicionado como el «caballo de batalla» diurno para generar electricidad. Las autoridades, incluido el gobernante Miguel Díaz-Canel, reconocen que estos esfuerzos han contribuido a que el déficit energético sea «menor». Sin embargo, en una muestra de la cruda realidad que vive la isla, el mismo mandatario admitió que «la población aún no percibe mejoras significativas». Esta declaración contrasta con la promesa de un futuro más estable y refleja la frustración ciudadana ante unos apagones que, en ocasiones, superan las 20 horas diarias.
Para abordar uno de los mayores desafíos de la energía solar –su intermitencia–, el plan incluye la instalación de cuatro sistemas de acumulación por baterías en subestaciones de Cueto, Bayamo, El Cotorro y la CUJAE. Según el director de la Unión Eléctrica, el Ingeniero Alfredo López, esta tecnología es clave para compensar las fluctuaciones y estabilizar la red, especialmente en las horas pico de demanda, mitigando así las desconexiones automáticas por déficit de frecuencia.
A pesar del optimismo oficial, el Consejo de Ministros ha tenido que reconocer que estas cuantiosas inversiones no se han traducido en una mejora tangible para el día a día de los cubanos. La crisis energética, que se arrastra desde hace más de un lustro, continúa impactando severamente a hogares, industrias, agricultura y servicios básicos. Mientras el gobierno insiste en que «el programa de instalación de parques fotovoltaicos continúa en marcha» y que se avanza hacia la superación del problema, la ciudadanía enfrenta una persistente incertidumbre, apagones prolongados y una palpable precariedad en su vida cotidiana, poniendo en evidencia la enorme distancia entre los planes a futuro y la apremiante realidad del presente.














