El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ha realizado un llamado público a la «prudencia y disciplina» de la ciudadanía ante el impacto de la Depresión Tropical Nueve, que afecta con especial intensidad a las provincias orientales de la isla. El fenómeno meteorológico ha generado intensas lluvias, con el consiguiente alto riesgo de inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra en zonas vulnerables.

A través de sus cuentas en redes sociales, el mandatario informó que mantiene comunicación constante con los primeros secretarios del Partido Comunista en las regiones más afectadas, con el objetivo de coordinar las medidas de protección para la población y los bienes estatales. Según los partes oficiales, ya se han activado protocolos de la Defensa Civil y se ejecutan acciones preventivas, prometiendo una respuesta gubernamental rápida ante cualquier eventualidad.
Sin embargo, este llamado a la calma choca con la percepción de una parte de la población, que cuestiona la capacidad real del sistema para protegerla de manera efectiva. Las carencias estructurales crónicas —desde la falta de medicamentos e insumos médicos hasta los problemas de suministro de agua potable y electricidad— generan escepticismo sobre la solidez de la asistencia estatal, que muchos cubanos perciben como notable solo durante emergencias puntuales, dejando a la población en situación de vulnerabilidad durante el resto del año.
Mientras las autoridades centran su discurso en los riesgos inmediatos de las lluvias, surgen interrogantes sobre la preparación infraestructural de la isla para enfrentar estos eventos en un contexto de deterioro económico prolongado. La saturación de los suelos tras periodos de sequía alternados aumenta significativamente el peligro de deslizamientos, especialmente en asentamientos urbanos y zonas montañosas con precarias condiciones habitacionales.
De acuerdo con el Centro Nacional de Huracales (NHC) de Estados Unidos, el sistema se desplaza hacia el noroeste a 13 km/h, con vientos máximos sostenidos de 55 km/h, y tiene potencial para fortalecerse hasta convertirse en tormenta tropical o huracán en su trayectoria hacia el sureste de Florida y otros estados estadounidenses. También se prevén afectaciones para Jamaica, Haití, República Dominicana y las Bahamas.
Las recomendaciones oficiales insisten en mantenerse informado mediante canales autorizados, extremar las precauciones, proteger a niños, ancianos y personas con movilidad reducida, y evitar la propagación de rumores. Aunque el centro de la depresión se aleja hacia el Atlántico, las bandas nubosas asociadas mantendrán las precipitaciones en el oriente cubano, por lo que la Defensa Civil enfatiza que la coordinación entre la población y las autoridades será determinante para minimizar daños humanos y materiales en las próximas 48 horas.













