El régimen cubano ha intensificado sus ataques mediáticos contra Mike Hammer, actual jefe de la misión diplomática de Estados Unidos en La Habana. Esta ofensiva refleja una creciente preocupación en las altas esferas del poder por la estrategia de diplomacia directa y abierta que el funcionario norteamericano ha desplegado desde su llegada a la isla, una táctica que parece desafiar la narrativa oficial.
En la más reciente emisión del programa oficialista Con Filo, su presentador, Michel Torres Corona, dedicó un extenso segmento a descalificar la labor de Hammer, tildándola de cínica y acusándolo de ser un emisario de “la política de asfixia” de Washington. Esta retórica busca minar la credibilidad del diplomático ante la opinión pública cubana.
La Estrategia de Hammer que Incomoda al Poder
Mike Hammer ha realizado en las últimas semanas un notable recorrido por distintos puntos del país, una agenda que ha incluido reuniones no solo con actores institucionales, sino también —y esto es lo que parece incomodar profundamente al régimen— con opositores, activistas y ciudadanos comunes. Su objetivo declarado es fomentar un diálogo inclusivo con la diversa sociedad civil cubana.
Lo que para cualquier diplomático en un país democrático representa una acción básica y rutinaria de su mandato, en el contexto cubano se transforma en un gesto interpretado como subversivo, capaz de generar una profunda inquietud en una cúpula de poder que muchos consideran debilitada, encerrada en su propia narrativa y cada vez más divorciada del sentir popular.
El tono del ataque en el programa Con Filo fue marcadamente sarcástico, pero el mensaje de fondo no logró disimular la alarma que generan las actividades de Hammer. «Se pasea libremente por nuestras calles, se reúne con los que piensan como él, se hace el preocupado… pero representa al imperio que nos asfixia», expresó el presentador en un discurso cargado de cinismo, intentando contraponer la imagen del diplomático con la política oficial de Estados Unidos hacia Cuba.
Contradicciones y la Debilidad del Sistema Cubano
Torres Corona, en su intento por desacreditar a Hammer, planteó una pregunta retórica: si Cuba fuera realmente una dictadura, como reconoce Hammer, ¿cómo es posible que el diplomático pueda moverse con tanta libertad por el país, sin enfrentar represión directa o los tristemente célebres «mítines de repudio»? Este contraste, que el programa pretendió explotar en un tono burlesco, es precisamente lo que, para muchos observadores, evidencia la debilidad y las contradicciones del sistema cubano.
El vocero oficialista incluso comparó la situación de Hammer con la de figuras afines al régimen cubano como Gabriela Fernández o el espía Fernando González Llort, quienes, según él, sufren abucheos y protestas en países democráticos, mientras Hammer puede hablar y caminar en Cuba sin ser agredido ni insultado. No obstante, críticos señalan que el respeto a la integridad física de Hammer no proviene necesariamente de la tolerancia del régimen o del amparo de las leyes cubanas, sino del calculado deseo de La Habana de evitar escándalos diplomáticos que podrían agravar aún más su ya deteriorada imagen internacional.
El Delicado Contexto Político y los Temores del Régimen
El momento actual es especialmente delicado para el régimen cubano. La llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos ha generado un clima de incertidumbre en La Habana. Se especula que el gobierno cubano anhela un desenlace que les garantice la continuidad en el poder, ya sea a través de un hipotético despido del actual secretario de Estado, el cubanoamericano Marco Rubio (una figura percibida como de línea dura hacia Cuba), o mediante un posible entendimiento entre Washington y Moscú, que el republicano podría propiciar con Vladimir Putin, un aliado estratégico clave para La Habana.
Desde el Palacio de la Revolución se teme que el ciclo de endurecimiento de sanciones por parte de Estados Unidos pueda retomar fuerza, especialmente si se percibe que Cuba obstaculiza los esfuerzos diplomáticos de figuras como Mike Hammer. La profunda crisis estructural que atraviesa el país —marcada por apagones constantes, escasez de combustible, una inflación galopante, un éxodo masivo de ciudadanos y un creciente descontento social— ha erosionado severamente la legitimidad del régimen, que muchos analistas consideran que sobrevive más por el control coercitivo que por un genuino respaldo ciudadano.
En este complejo contexto, la presencia de un diplomático estadounidense dialogando directamente con “el pueblo real” —ese sector de la población que el poder a menudo intenta ignorar o silenciar— representa una amenaza directa al monopolio narrativo que La Habana ha intentado mantener durante décadas.
La Maquinaria del Descrédito: De MINREX a la Primera Dama
Las declaraciones en el mismo programa Con Filo de Johana Tablada de la Torre, subdirectora general de la Dirección General de Estados Unidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX), profundizaron la línea oficial: acusó a Hammer de encabezar un “esfuerzo desesperado” por fabricar pretextos que justifiquen nuevas agresiones contra Cuba. Sin embargo, sus palabras también evidenciaron, para algunos, el aislamiento del discurso oficial, que insiste en hablar de “bloqueo” y “dominación imperial”, mientras ignora que estas explicaciones ya no convencen a una gran parte de los cubanos, quienes las califican de excusas hipócritas e inmorales.
La crítica no se limitó al programa televisivo. Tablada también acusó a Hammer de injerencia, hipocresía y de formar parte de una supuesta «guerra cognitiva» que el Departamento de Estado de EE.UU. libra contra el régimen. Calificó sus recorridos como una “gira ridícula” para construir una imagen falsa de amistad mientras, según ella, se aplican nuevas formas de agresión. Habló de “listados de cubanos favoritos” confeccionados por la embajada estadounidense, a quienes se les trataría como “la verdadera voz del pueblo cubano”. El mensaje implícito era claro: cualquier cubano que dialogara con Hammer quedaba automáticamente marcado como sospechoso para el aparato estatal.
La maquinaria del descrédito se completó con un ataque particularmente virulento y simbólicamente revelador: Lis Cuesta Peraza, esposa del mandatario Miguel Díaz-Canel, tomando como base las acusaciones de Tablada, llamó públicamente a Hammer “desvergonzado e infeliz” en sus redes sociales. Fue un acto inusual, con un tono casi personal, que expuso hasta qué punto el nombre y las acciones de Mike Hammer incomodan en los círculos más altos del poder en Cuba. “Asco de seres”, remató la funcionaria del Ministerio de Cultura, en una clara alusión a quienes denuncian al régimen que encabeza su marido.
Diplomacia Visible Frente a Retórica Atrincherada
A esta campaña orquestada se sumaron otros periodistas oficialistas, tuiteros militantes, figuras de la vieja guardia del Partido Comunista y miembros del cuerpo diplomático cubano, todos repitiendo una narrativa ya conocida: la del enemigo externo que conspira, infiltra y manipula para desestabilizar. Sin embargo, esta vez la estrategia del diplomático estadounidense no se basaba en planes secretos, sino en una diplomacia visible, documentada y pública. Y fue precisamente esa transparencia, paradójicamente, lo que más pareció irritar al régimen cubano.
Mientras Mike Hammer camina sin una escolta ostentosa por las calles de Cuba, escucha sin filtros las preocupaciones ciudadanas y publica sus encuentros sin temor, el régimen parece atrincherarse detrás de cámaras de televisión controladas, guiones preestablecidos y frases hechas. Y es en esa marcada diferencia donde reside el verdadero poder del gesto del diplomático: hablar con los cubanos, sin intermediarios impuestos por el Estado, es hoy en Cuba un acto de considerable desafío.