El pasado viernes, La Habana despidió a una figura insustituible en la historia del hip hop en Cuba: Rodolfo Antonio Rensoli Medina. Promotor cultural incansable, artista visual y el visionario fundador del primer festival de rap en la isla, Rensoli falleció a los 58 años, dejando un profundo vacío y un legado de resistencia cultural que resuena con fuerza.
La noticia de su muerte ha provocado una conmovedora ola de reacciones en redes sociales, donde artistas, activistas, periodistas y ciudadanos de a pie no solo lamentan su partida, sino que también recuerdan y denuncian la censura y el silenciamiento que sufrió en vida por parte de las instituciones culturales oficiales del país.
Un Visionario que Abrió Caminos desde los Márgenes
Rodolfo Rensoli fue mucho más que un gestor cultural; fue un pionero que, operando desde los márgenes del sistema, logró abrir caminos y ofrecer una plataforma a una generación de jóvenes, en su mayoría negros y de escasos recursos, que no tenían acceso a los circuitos culturales tradicionales. En 1995, con un profundo sentido de compromiso social y sin grandes recursos económicos, organizó el Primer Festival de Rap Cubano en la Casa de la Cultura del reparto Antonio Guiteras, en La Habana del Este. Aquella primera edición, donde emergieron talentos como el grupo Primera Base, se convirtió en la chispa que encendió un movimiento cultural vibrante y contestatario.
Durante al menos seis años, el Anfiteatro de Alamar se convirtió en el refugio y el epicentro de este movimiento, atrayendo a cientos de jóvenes que no buscaban la fama, sino un espacio para contar sus realidades sin maquillaje ni censura. Nacido el 13 de junio de 1966 en Guanabacoa, Rensoli provenía del mundo del rock y del universo «friki» –también marginal en la Cuba de entonces– y desde esa perspectiva construyó puentes hacia una cultura que muchos desde el poder catalogaban como «foránea» o incluso «peligrosa». Fue fundador del colectivo Grupo Uno, motor organizativo y espiritual del festival, y uno de los primeros en comprender que el hip hop en Cuba podía trascender la simple imitación para convertirse en una poderosa herramienta de identidad, denuncia y transformación social.
El Precio de la Independencia: Censura y Usurpación
Sin embargo, la apuesta de Rodolfo Rensoli por una cultura crítica, autónoma y con voz propia tuvo un alto costo. Enfrentó el silencio institucional, la censura directa y, finalmente, la usurpación de su obra. Numerosos testimonios recogidos en redes sociales y en la prensa independiente señalan que, ante el creciente alcance e influencia del festival de rap en Alamar –que llegó a recibir a figuras internacionales de la talla de Black Star–, la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y el Ministerio de Cultura intervinieron para apropiarse del evento. Se creó entonces la Agencia Cubana de Rap, una entidad que para muchos artistas y observadores fue el mecanismo utilizado por el régimen para cooptar, vigilar y controlar el discurso del hip hop cubano.
«Usurparon el festival organizado por Grupo Uno para controlar y censurar las letras que se cantaban. Ya los raperos cubanos dejaban de imitar a los raperos norteamericanos y comenzaban a adoptar una identidad propia, donde cuestionaban a mayor profundidad la realidad política y social de la Isla», escribió el periodista Mauricio Mendoza en Árbol Invertido. Otros, como el rapero Coco Man, han sido más tajantes en sus denuncias: «Ustedes, malditos descaraos, que le quitaron todo a él (…) Ahora que murió, ahora es que lo ponen». Tras conocerse su deceso, el diario oficial Juventud Rebelde le dedicó un obituario, resaltando su labor como organizador de los festivales y sus méritos académicos –Rensoli era licenciado en Gestión del Patrimonio Cultural y especialista del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño de La Habana, además de haber sido Premio Iberoamericano de Historietas–, un reconocimiento que para muchos llega tarde y omite las dificultades impuestas por el propio sistema.

Un Legado Vivo en las Esquinas y en la Memoria Colectiva
Más allá de su rol como promotor, Rodolfo Rensoli fue un artista multifacético: artista visual, poeta, educador y locutor radial. En sus últimos años, conducía un programa semanal en Radio Cadena Habana y fue finalista en la reciente Bienal del Humor. Sin embargo, su verdadero y más perdurable legado reside en esas esquinas de los barrios cubanos donde aún se improvisan rimas, en las letras que denuncian las injusticias sin concesiones, y en cada joven que alguna vez encontró en el rap un modo de existir con dignidad y expresar su verdad.
El periodista Michel Hernández lo recuerda como alguien que «vivió para el movimiento de hip hop en Cuba por encima de polémicas, censuras o formas de interpretar la evolución del género». Y añade: «Un artista que todavía tenía mucho que aportar a la escena en la Isla y que lamentablemente nunca vio el resurgir de los Festivales de Alamar, otra deuda pendiente de las instituciones con el hip hop cubano. Y con la memoria de uno de sus máximos representantes». La obra de Rensoli como promotor cultural abarcó diversas expresiones, desde la pintura, la composición y la fotografía hasta el activismo cívico.
En redes sociales, los mensajes de condolencia y reconocimiento se multiplican. Luis Rubio Abella III expresó: «Y pensar que este señor fue el fundador del Movimiento urbano en la Isla y muy pocos de la vieja escuela lo recuerdan, y los de la nueva escuela no se diga, desde niño fui testigo de su ir y venir organizando el festival de rap en Alamar, mi barrio». Asuan Cuesta detalló: «Cuando no había nada, ni existía Internet ni las redes sociales, cuando en una época que hasta hablar era prohibido… ahí estaba él. El primero en romper el hielo, en enseñar a una juventud a soñar y en transmitir amor con arte». El rapero Reynor Hernández Fernández escribió: «Se nos fue la luz del faro que nos alumbró el camino… Él hizo que nos escuchasen. Que nos entendieran. Gracias, Rodolfo Rensoli, por protegernos, entrenarnos, defendernos, escucharnos, por apadrinarnos y guiarnos». La activista Lara Crofs sentenció: «La gente como Rensoli no muere, solo se ha convertido en ritmo eterno. Donde haya una esquina con un joven rimando su verdad, allí seguirá latiendo su voz. Fue palabra, fue puente, fue revolución desde abajo».

Para muchos, la muerte de Rodolfo Rensoli representa no solo el fin de una era, sino también un incómodo recordatorio para un sistema que, lejos de apoyar y fomentar, limitó deliberadamente el crecimiento de uno de los movimientos culturales más potentes y genuinos surgidos en la isla en las últimas décadas. Su lucha por un hip hop en Cuba auténtico y transformador es su más grande legado.