La vida de Pinto, un cachorro de apenas ocho meses, pendía de un hilo en un precario alero de Guanabacoa, La Habana. Atado y expuesto constantemente al sol y la lluvia, sufría golpes que le propinaban desde una ventana de su propia casa. Su caso, lejos de ser aislado, se ha convertido en un símbolo del persistente maltrato animal en Cuba.

La voz de alarma la dio la defensora de animales Adriana Fernández de Castro a través de Facebook, quien denunció que el perro vivía en condiciones deplorables. «Ahí mal come, ahí se moja, ahí le da el sol toda la mañana, ahí sacan la mano por la ventana y lo golpean», suplicó en su publicación, generando una rápida movilización ciudadana ante la inminencia de una tormenta.
Gracias a la presión y la intervención de los voluntarios, la dueña accedió a entregar al animal. «Se lo pedimos a la dueña y sin pensarlo lo dio sin preguntar para dónde iba», compartió posteriormente la activista. Ahora, Pinto se recupera en un hogar temporal, a la espera de una familia que le ofrezca la seguridad y el afecto que nunca conoció.

Una Realidad Ignorada: La Crueldad Animal Sistemática en la Isla
El rescate de Pinto no es un hecho aislado, sino la punta del iceberg de una problemática extendida por toda la isla. En los últimos meses, otros casos de extrema crueldad han conmocionado a la sociedad cubana, evidenciando una alarmante frecuencia de abusos que quedan impunes.
- Una perrita fue dejada colgando durante horas de un balcón en un edificio de Plaza de la Revolución.
- Un hombre colgó al perro de su vecina como acto de represalia por un conflicto doméstico.
- Se difundieron imágenes de un individuo intentando agredir a un perro a plena luz del día en el Malecón habanero.
¿Por Qué Falla la Ley de Bienestar Animal en Cuba?
A pesar de la aprobación en 2021 del esperado Decreto-Ley No. 31 de Bienestar Animal, su aplicación en la práctica ha resultado casi simbólica. El caso de Pinto revela una profunda falla en la protección real de los animales. Las autoridades competentes rara vez actúan con la celeridad necesaria ante las denuncias ciudadanas.
La inercia institucional, la debilidad de los mecanismos de sanción y la escasez de recursos han provocado que los infractores, incluso los reincidentes, suelan quedar impunes. Esta falta de consecuencias ha obligado a que sean los propios ciudadanos y activistas quienes asuman el rol de vigilancia, denuncia y rescate, supliendo el vacío que debería llenar el Estado y luchando por visibilizar el maltrato animal en Cuba. Mientras tanto, la vida de incontables animales sigue expuesta a la violencia y la indiferencia.