En medio de una de las crisis económicas más severas que ha enfrentado Cuba en décadas, el régimen de la isla no escatima esfuerzos ni recursos para mantener viva la figura de Fidel Castro. A menos de un año de que se cumpla el centenario de su nacimiento, el aparato propagandístico oficial ya se encuentra inmerso en una extensa campaña conmemorativa, especialmente en Santiago de Cuba, que culminará el 13 de agosto de 2026.
Homenajes y Propaganda en Contraste con la Crisis Nacional
En la «Ciudad Héroe», como la califica la narrativa oficialista, la agenda para celebrar el centenario de Fidel Castro incluye una serie de actos simbólicos, la restauración de museos y la colocación de tarjas conmemorativas, como la recientemente develada en una antigua vivienda donde el dictador residió durante su niñez. Estas actividades evidencian cómo el castrismo continúa aferrado a una narrativa histórica que, para muchos, ya no representa las prioridades ni las necesidades urgentes de la ciudadanía cubana.
La inversión en esta campaña de propaganda contrasta dolorosamente con la realidad cotidiana de los cubanos: apagones diarios que superan las 20 horas, hospitales colapsados, una inflación desbordada, desabastecimiento generalizado de alimentos y medicinas, y un éxodo masivo sin precedentes. A pesar de este panorama desolador, el gobierno parece tener clara su prioridad: seguir invirtiendo en la maquinaria propagandística para sostener un modelo político que muchos consideran fracasado y una estructura ideológica basada en la nostalgia. Incluso se han anunciado reconocimientos al Memorial Vilma Espín y al Museo de la Lucha Clandestina, mientras numerosas instituciones culturales carecen de los recursos más básicos para operar.
El Culto a la Figura de Fidel Castro y el Descontento Popular
El persistente culto a la figura de Fidel Castro, lejos de ser un homenaje espontáneo, responde, según analistas, a la necesidad del gobierno de aferrarse a un símbolo que legitime su poder, aun cuando la evidencia histórica y la crisis actual confirman las profundas fallas del modelo comunista impuesto en la isla. Esta desconexión con la realidad se contrapone directamente con el estallido social registrado recientemente en el barrio Micro 9 de Santiago de Cuba.
La noche del 21 de mayo, en medio de otro prolongado apagón y una extrema escasez de alimentos, decenas de personas salieron a protestar. Sus gritos de «corriente» y «comida» dejaron claro que el cansancio y la desesperación han superado el miedo a la represión. Esta fue una respuesta directa al intento del gobierno de justificar los apagones durante una emisión del programa Mesa Redonda que, irónicamente, muchos no pudieron ver debido a la falta de electricidad.
Represión y la Demanda de Soluciones Reales
Como ha ocurrido en ocasiones anteriores, el régimen reaccionó a las protestas con represión: se cortó el acceso a Internet para dificultar la coordinación y difusión de las manifestaciones, se militarizaron las zonas consideradas conflictivas y se activó la habitual estrategia digital para intentar ocultar el descontento popular, proyectando una falsa imagen de normalidad en redes sociales.
Sin embargo, la represión no parece lograr frenar el creciente malestar de una población que ya no encuentra alivio en promesas vacías ni en homenajes al pasado. Lo que demandan los cubanos no son tarjas, conmemoraciones del centenario de Fidel Castro, ni consignas, sino soluciones concretas y urgentes a los problemas que los afectan a diario. Hasta el momento, el gobierno no ha emitido declaraciones oficiales sobre las protestas en Santiago de Cuba, un silencio que contrasta con la energía y los recursos dedicados a organizar homenajes a una figura que, para una parte significativa de la población cubana, representa el origen de la pesadilla actual. Para conocer la postura del gobierno, se podría consultar el sitio de la Presidencia de Cuba, aunque la información sobre protestas suele ser omitida o tergiversada.