La inacción policial y la búsqueda de justicia por parte de la familia reflejan una crisis de seguridad ciudadana en las comunidades rurales
La tranquilidad de la zona rural de El Castillito, en el kilómetro 11 y medio de esta provincia oriental, fue quebrada violentamente la tarde del pasado viernes por un brutal ataque con machete que dejó al borde de la muerte a Wilfredo Calzadilla, un hombre de 76 años cuya vida ahora pende de un hilo. El hecho, que ha conmocionado a la comunidad, expone no solo la crudeza de la violencia creciente, sino también la desesperación de las familias ante la percepción de abandono por parte de las autoridades.
El presunto agresor, identificado por vecinos como Roberto Vega, es un individuo conocido en la comunidad por su historial de presuntas estafas relacionadas con la venta fraudulenta de piezas de televisores. Según relatan testigos que pidieron mantener el anonimato por temor a represalias, la agresión fue rápida y despiadada. Vega, armado con un machete, se enfrentó a Calzadilla, propinándole múltiples golpes que causaron heridas de extrema gravedad. Acto seguido, el atacante huyó del lugar, aprovechando la densa vegetación y la poca presencia policial en la zona, manteniéndose prófugo hasta la fecha.
La víctima, en estado crítico, no pudo ser trasladada de inmediato a un centro hospitalario principal debido a las complicaciones logísticas y la gravedad de sus lesiones. En su lugar, fue llevada de urgencia a la vivienda de su hija, ubicada en la cercana localidad de Veguita de Galo, donde permanece bajo un cuidado precario y constante. La familia, desprovista de recursos médicos avanzados, enfrenta una carrera contra el tiempo para estabilizar su condición, mientras lidia con el trauma y la indignación.
La denuncia del caso fue realizada públicamente por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada a través de su perfil en Facebook, canal que se ha convertido en altavoz de hechos que, según ciudadanos, la prensa oficial ignora. A pesar de que la familia interpuso la denuncia formal ante las autoridades policiales, la respuesta ha sido, en el mejor de los casos, lenta e insuficiente. No existe una versión oficial sobre las circunstancias del ataque, ni se han brindado detalles sobre una investigación en curso, lo que ha generado una profunda frustración entre los allegados de Calzadilla.
Ante este vacío de acción institucional, los hijos de la víctima han emprendido su propia búsqueda del agresor. Movidos por la desesperación y el temor de que Vega escape a toda consecuencia, recorren la zona preguntando a vecinos y tratando de recabar cualquier pista que lleve a su captura. Esta búsqueda ciudadana es un acto que refleja la pérdida de fe en el sistema y la crítica a una seguridad ciudadana que consideran colapsada.
El incidente no es un hecho aislado en el contexto santiaguero. En las últimas semanas, se han reportado múltiples episodios de violencia que han encendido las alarmas en esta provincia. Desde asaltos a mano armada y peleas callejeras con saldo de heridos, hasta el macabro caso del presunto “asesino caníbal” que mantiene en vilo a la población, existe una sensación generalizada de que la impunidad es la norma. Los residentes de zonas rurales como El Castillito se sienten particularmente vulnerables, alejados de los puestos policiales y expuestos a los crecientes conflictos.
Organizaciones de la sociedad civil, como el Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana, han alertado sobre un incremento superior al 50% en la tasa de delitos durante 2024 en comparación con el año anterior, situando a Santiago de Cuba entre las provincias más afectadas. Este entorno de inseguridad creciente, unido a la severa crisis económica que sufre el país, crea un caldo de cultivo para la violencia y la resolución extrajudicial de conflictos.
La familia de Wilfredo Calzadilla clama, no solo por la captura de Roberto Vega, sino por una respuesta estructural. Exigen mayor patrullaje, presencia efectiva de las autoridades en las comunidades más apartadas y un protocolo de actuación rápida que prevenga tragedias mayores. Mientras, en una casa de Veguita de Galo, un anciano lucha por su vida, convertido en un símbolo trágico de la vulnerabilidad y el abandono que sienten muchos cubanos en el oriente de la isla.














