La implementación de políticas migratorias a menudo genera confusión, pero pocas veces se ha visto un caos administrativo como el desatado tras una ley fiscal promulgada por la administración Trump. La abogada experta en inmigración, Liudmila Marcelo, expuso en su momento la crítica situación que enfrentaron los solicitantes de asilo: el gobierno comenzó a exigir el pago de una nueva tarifa anual de 100 dólares, pero olvidó implementar un sistema para poder realizar dicho pago, provocando una oleada de rechazos y pánico.
Este episodio sirve como un análisis contundente de cómo una mala planificación burocrática puede poner en jaque el futuro de personas vulnerables, incluso cuando estas intentan cumplir con la ley. El problema no era la voluntad de pagar, sino la imposibilidad material de hacerlo.
«Nos rechazaron los asilos»: la lucha contra el reloj
En declaraciones que capturaron la frustración del momento, la abogada Marcelo detalló la pesadilla que vivieron los despachos legales y sus clientes. «En esta primera semana nos rechazaron los asilos que estábamos subiendo a la Corte por falta de pago», explicó. El motivo era tan simple como absurdo: la nueva regulación exigía el pago, pero no existía un método habilitado para los casos de asilo iniciales.
Esta falla administrativa creó una situación de alto riesgo. «Había ‘deadlines’ (fechas tope). O sea, tenías que meter el asilo porque, digamos, pasado mañana es el último día y te encuentras con un ‘rejection’ (rechazo) porque no has pagado. ¿Y cómo pago?«, cuestionaba la abogada. El temor era que, mientras se intentaba enviar un cheque por correo y evidenciar el pago, el plazo para solicitar el asilo venciera, dejando al cliente completamente desprotegido.
El sistema estaba aceptando los pagos para apelaciones y mociones de reapertura porque ya contaban con un método online, pero el proceso para las nuevas solicitudes de asilo fue completamente omitido en la implementación.
El impacto de las nuevas tarifas migratorias
El problema con las tarifas de asilo era solo la punta del iceberg de una ley que encareció drásticamente múltiples trámites migratorios. La normativa, aprobada el 4 de julio de aquel año, supuso un duro golpe para la comunidad inmigrante. Los aumentos más significativos incluyeron:
- Parole Humanitario: Costo fijado en 1.000 dólares.
- TPS: Aumento de 50 a 500 dólares.
- Permiso de Trabajo (TPS, asilo, parole): 550 dólares.
- Apelaciones: Un salto drástico de 110 a 900 dólares.
Un mensaje de calma en medio de la incertidumbre
Ante el pánico generado, la abogada Marcelo envió un mensaje de tranquilidad, explicando que tras la insistencia de varios colegas, las Cortes comenzaron a aceptar los casos con el compromiso de notificar a los solicitantes cuando el método de pago estuviera finalmente disponible. «Tuvimos que insistir», afirmó, subrayando el rol proactivo que debieron asumir los abogados para proteger a sus clientes.
Además, aclaró que quienes ya habían presentado su asilo antes de la ley o quienes solo estaban sometiendo enmiendas no se veían afectados por la nueva tarifa. Este episodio quedó como un claro recordatorio de cómo las decisiones políticas, sin una ejecución administrativa adecuada, pueden generar profundas crisis humanas.