En un caso que desafía la lógica y expone fallas en el sistema penitenciario, un preso en Florida orquestó una sofisticada estafa de $1.2 millones de dólares, todo desde el interior de su celda. El recluso, identificado como Jared Borgesto Murray, de 41 años, no solo dirigió la operación criminal, sino que utilizó parte de las ganancias para construirse una casa.
Según un comunicado de la Fiscalía del Distrito Medio de Florida, Murray fue sentenciado a cuatro años y nueve meses adicionales de prisión federal por este fraude, que llevó a cabo mientras ya cumplía una condena por robo en una cárcel del condado de Pinellas.
El ‘Modus Operandi’: ¿Cómo lo Hizo?
La operación de Murray, desarrollada entre enero de 2019 y septiembre de 2020, se basó en el uso de teléfonos móviles de contrabando. Desde su celda, se hizo pasar por decenas de clientes de una tienda nacional y utilizó sus líneas de crédito robadas para realizar compras fraudulentas de mercancía, principalmente en ferreterías.
Posteriormente, vendía los productos a precios reducidos a través de internet. Lo más insólito es que él mismo coordinaba toda la logística: contactaba a los compradores, organizaba los envíos y recibía los pagos mediante transferencias o cheques, demostrando un control total sobre su empresa criminal a pesar de estar tras las rejas.
He used contraband cellphones to run a scam that defrauded a national retailer of $1.2 million, authorities say. Then he built a house. https://t.co/S1nZ8x2g3F
— Miami Herald (@MiamiHerald) July 15, 2025
La Red de Cómplices y un «Talento Mal Orientado»
Murray no actuó en solitario. Contaba con una red de cómplices en el exterior que se encargaban de recoger el dinero y distribuir los productos. Con parte de estas ganancias ilícitas, financió la construcción de una casa en Lake Placid, Florida, que ya fue confiscada por las autoridades junto con más de $43,000 encontrados en sus cuentas bancarias.
El caso, investigado por el FBI y el Departamento de Policía de Tampa, fue calificado por la abogada defensora de Murray, Maribeth Wetzel, como un ejemplo de «talento mal orientado».
«Este es un caso inusual, uno que deja a los observadores diciendo: ‘Si el Sr. Murray hubiera aplicado su talento a negocios legítimos, imaginen hasta dónde podría haber llegado’”, argumentó su defensa en un memorando judicial.
A pesar de los argumentos, el juez federal Steven D. Merryday se apegó a las directrices y dictó la sentencia correspondiente, cerrando un capítulo asombroso de ingenio criminal operado desde el lugar menos esperado.