Lis Cuesta, ausente en cumbre China: el declive diplomático cubano

Fotografía fotorrealista de Peng Liyuan, esposa del presidente chino Xi Jinping, recibiendo sonriente a varias primeras damas asiáticas y europeas, quienes se muestran elegantes y atentas, en un entorno de lujo y protocolos diplomáticos en Tianjin, China, con una embarcación en el río Haihe al fondo.

La ausencia de Lis Cuesta Peraza, esposa del gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, en la tradicional reunión de primeras damas de la Cumbre 2025 de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en China, ha resonado profundamente en el panorama internacional. Este evento, lejos de ser un mero formalismo, subraya la creciente irrelevancia diplomática de Cuba y la persistente ambigüedad en torno al rol de su «no primera dama» en un escenario global donde los detalles importan. Desde la perspectiva de un cubano que ha vivido la diáspora en carne propia, este episodio no es solo una nota al pie en un comunicado oficial, sino un reflejo más de la crisis de imagen y de sustancia que padece el régimen de La Habana.

Contexto Histórico: El Rol de las «Primeras Damas» en Cuba Revolucionaria

En la Cuba post-revolucionaria, la figura de la «primera dama» ha sido históricamente compleja y a menudo subestimada en comparación con las democracias occidentales. Durante décadas, el protagonismo público de las esposas de los líderes fue mínimo, eclipsado por la maquinaria del Partido Comunista. Vilma Espín, esposa de Raúl Castro, por ejemplo, ostentó cargos de gran relevancia política y social, como presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), lo que le otorgaba una autoridad y una plataforma que trascendían su rol conyugal. Sin embargo, no era comúnmente referida como «primera dama» en el sentido occidental, sino como una líder revolucionaria por derecho propio. Esto siempre me hizo pensar, incluso cuando estaba en la universidad en La Habana, cómo se gestionaría la imagen de una «primera dama» en un sistema que prioriza la colectividad y desconfía de las figuras personalistas, un contraste que se hacía aún más evidente cuando, ya en España, veía la atención que se les dedicaba a estas figuras en la prensa internacional.

Con la llegada de Miguel Díaz-Canel a la presidencia, y con él la visibilidad de su esposa, Lis Cuesta Peraza, se abrió un nuevo capítulo. De repente, Cuba tenía una figura que, sin un rol oficial claramente definido o una legitimidad popular palpable, comenzó a aparecer en eventos diplomáticos y a intentar construir una imagen pública. Esto ha generado una fricción constante entre la tradición no-oficial y las expectativas internacionales, así como una ola de críticas internas y externas sobre su idoneidad, su estilo y el mensaje que proyecta un país sumido en una profunda crisis.

La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la Ambición Geopolítica de Cuba

La OCS, fundada en 2001, es una alianza política, económica y de seguridad euroasiática, que incluye a China, Rusia, India y Pakistán, entre otros. Cuba ha buscado activamente un acercamiento a este bloque, obteniendo el estatus de Estado observador en 2020. Esta adhesión es parte de una estrategia más amplia del régimen cubano para diversificar sus alianzas y encontrar nuevos salvavidas económicos y políticos, especialmente ante el endurecimiento de las sanciones de Estados Unidos y su permanente dependencia de terceros países. Para La Habana, la OCS representa una oportunidad de integrarse en un foro multilateral con potencias que desafían el orden occidental y que, al menos en teoría, podrían ofrecerle apoyo financiero y político.

Sin embargo, esta búsqueda de alianzas a menudo se traduce en una posición de subordinación. Desde mi experiencia como periodista, he observado cómo Cuba, en su desesperada situación económica, se ve obligada a adoptar posturas políticas que la comprometen, cediendo soberanía y alineándose con intereses ajenos a los de su propio pueblo. La situación actual, con un país que lucha por subsistir y que ve cómo sus líderes viajan al extranjero buscando «resolver» el día a día, me recuerda a las historias que oía de mis abuelos sobre los tiempos difíciles en Cuba, solo que ahora, las implicaciones son globales y la vergüenza, pública.

El «Fenómeno Lis Cuesta Peraza»: Percepción y Protocolo

La presencia de Lis Cuesta Peraza en el ámbito diplomático cubano es un tema recurrente de debate y crítica. A diferencia de las primeras damas tradicionales, ella no ocupa un cargo electo ni ha sido investida con una función pública específica, más allá de su rol en el Ministerio de Cultura, lo cual se considera insuficiente para su posición de acompañante presidencial. Su figura se ha vuelto el blanco de burlas y reproches en redes sociales, no solo por su estilo personal –frecuentemente calificado de ostentoso y de mal gusto en contraste con la austeridad que vive el pueblo cubano– sino por la percepción de que representa una élite desconectada de la realidad del país.

Fotografía fotorrealista de Peng Liyuan, esposa del presidente chino Xi Jinping, recibiendo a las primeras damas de Uzbekistán, Mongolia, Azerbaiyán y Turquía en Tianjin, China, con un fondo de banderas ondeantes y una embarcación en el río Haihe.

Este desajuste entre su imagen y la grave situación económica que enfrenta Cuba es una herida abierta para muchos en la diáspora. Desde mi llegada a Miami, he sido testigo de cómo las noticias sobre sus apariciones públicas o sus «looks» se comentan con una mezcla de indignación y resignación. Se percibe como un despilfarro y una insensibilidad, especialmente cuando la población en la isla sufre escasez de alimentos, medicinas y apagones constantes. Este tipo de exposición, lejos de fortalecer la imagen de Cuba, la debilita aún más, proyectando una imagen de un liderazgo cínico y superficial. Me viene a la mente el refrán cubano: «El que se viste de lo que no es, se desnuda de lo que tiene».

La Ausencia en Tianjin: ¿Un Desaire Diplomático o Simple Protocolo?

El hecho de que Lis Cuesta Peraza no fuera invitada a la reunión de primeras damas en Tianjin, mientras Miguel Díaz-Canel asistía como invitado especial a la cumbre de la OCS, es un detalle que no puede pasarse por alto en el intrincado mundo de la diplomacia. Aunque el protocolo puede variar, la exclusión de la esposa del líder de un país, incluso con estatus de observador, en un evento tan visible y simbólico como un encuentro de primeras damas, sugiere varias interpretaciones:

  • Un Mensaje Sutil de China: Podría interpretarse como un intento discreto por parte de China de evitar legitimar un rol que no tiene un anclaje oficial o de no asociar el evento con la controversia que rodea a la «primera dama» cubana. China, una potencia global con una diplomacia calculada, tiende a priorizar la imagen y la eficiencia.
  • La Verdadera Jerarquía de Cuba: La ausencia refuerza la idea de que, a pesar de los esfuerzos de La Habana, su posición en la OCS es la de un actor secundario, y no se le concede el mismo nivel de deferencia protocolaria que a los miembros plenos o a los invitados de mayor rango. Es un recordatorio de que ser un «Estado observador» no es lo mismo que ser un miembro de pleno derecho o un aliado estratégico en el mismo escalafón.
  • Falta de una Agenda Clara para Cuesta: A menudo, las reuniones de primeras damas tienen agendas culturales o sociales, donde se espera que las participantes demuestren iniciativas o liderazgos en áreas específicas. Si la figura de Lis Cuesta carece de una cartera clara o de proyectos internacionales definidos, su inclusión podría parecer superflua o forzada.

Este episodio se suma a una serie de situaciones donde la presencia de Lis Cuesta ha sido escrutada, incluso en viajes anteriores a Vietnam donde sus mensajes públicos generaron controversia. Como periodista, he seguido de cerca estos episodios y me queda claro que, en la diplomacia moderna, la imagen lo es todo. Y la imagen que proyecta Cuba a través de sus representantes es, en el mejor de los casos, inconsistente, y en el peor, contraproducente.

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Implicaciones para la Imagen Internacional de Cuba y la Diáspora

La «no invitación» de Lis Cuesta Peraza a la reunión de primeras damas en China, aunque pueda parecer un detalle menor, es sintomático de un problema más profundo en la diplomacia cubana. No se trata solo de la ausencia de una figura, sino de la confirmación de la percepción de que Cuba, a pesar de sus esfuerzos por proyectar una imagen de nación soberana y relevante, sigue siendo un actor periférico en el ajedrez geopolítico global. Sus alianzas, como la OCS, se basan más en la necesidad y la conveniencia de sus «aliados» que en un verdadero respeto mutuo o influencia real.

Para la diáspora cubana, este tipo de noticias es una fuente de frustración y reafirma la desconexión con el gobierno de la isla. Mientras en el exterior se discuten minucias protocolarias y «glamour» en eventos lejanos, la realidad de la Cuba de a pie es la de una lucha constante por lo más básico. Como alguien que ha transitado por las complejidades de la emigración, primero en España y ahora en Estados Unidos, entiendo el dolor que estas contradicciones generan. Es una sensación de que el mundo ve, pero no actúa, y de que los líderes cubanos están más preocupados por mantenerse a flote que por realmente representar y mejorar la vida de sus ciudadanos.

La falta de una política migratoria coherente y respetuosa por parte del régimen es otra arista de esta imagen deteriorada. Miles de cubanos siguen abandonando la isla, buscando oportunidades y libertad que su propio país les niega. La incongruencia entre los discursos grandilocuentes de sus líderes en foros internacionales y la desesperada realidad migratoria es un contraste abismal que no pasa desapercibido para nadie, especialmente para aquellos que hemos tenido que dejar nuestra tierra para buscar un futuro.

Conclusión: Un Futuro Incierto en el Escenario Mundial

La ausencia de Lis Cuesta Peraza en la reunión de primeras damas en China es un símbolo más de la crisis multifacética que atraviesa el régimen cubano. Lejos de la retórica oficial que busca proyectar una imagen de dignidad y soberanía, la realidad es que Cuba se ve cada vez más relegada a un papel de dependiente en la escena internacional. La figura de la «primera dama» en este contexto se convierte en un barómetro de la desconexión y la falta de transparencia del poder en la isla.

En el futuro, es probable que Cuba continúe su búsqueda de alianzas con bloques como la OCS, pero estas relaciones estarán siempre marcadas por su posición de vulnerabilidad. La verdadera influencia y relevancia internacional se construyen sobre la solidez interna y la legitimidad, no sobre la retórica o los gestos diplomáticos vacíos. Para que Cuba recupere su prestigio en el mundo, necesita una transformación profunda que ponga fin a su aislamiento y que, sobre todo, atienda las necesidades y las aspiraciones de su pueblo. De lo contrario, seguirá siendo un país a la sombra, con un liderazgo que, como en este caso, brilla por su ausencia, tanto en los escenarios internacionales como en la vida cotidiana de los cubanos de a pie.

Como periodista especializado en la diáspora cubana y las dinámicas migratorias, siempre observo estos acontecimientos con una mezcla de análisis crítico y profunda tristeza. Las decisiones y omisiones del régimen tienen un impacto directo en la vida de millones de cubanos, tanto dentro como fuera de la isla, y es mi deber y compromiso seguir documentando y analizando estas realidades.

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