En un tablero geopolítico cada vez más intrincado, el gasto militar de Venezuela y su comparación con la abrumadora capacidad de Estados Unidos no es solo un ejercicio numérico, sino un reflejo de realidades nacionales y estrategias globales diametralmente opuestas. Este contraste arroja luz sobre las prioridades, desafíos y el papel que cada nación aspira a desempeñar en la región y el mundo.
Para el 2025, el presupuesto militar de Venezuela se proyecta en apenas 4.093 millones de dólares, lo que representa un modesto 0,5% de su Producto Interno Bruto (PIB). Es una cifra que, como cubano que ha vivido de cerca la mella que las crisis económicas dejan en las instituciones, me hace pensar en cómo un país con tales riquezas naturales ha llegado a tal encrucijada. Esta proporción ha ido en descenso desde el 1,58% en 2020, evidenciando una política de contención obligada por una crisis económica prolongada y sanciones internacionales que han estrangulado sus finanzas.
La fuerza armada bolivariana cuenta con aproximadamente 109.000 soldados activos. Su inventario incluye 229 aeronaves, 8.802 vehículos blindados y 34 buques de guerra. Estas cifras, si bien son significativas en el contexto regional inmediato, palidecen frente a cualquier potencia militar moderna y sugieren una capacidad defensiva enfocada más en el control interno y la disuasión de amenazas locales que en una proyección de poder más allá de sus fronteras. No es raro ver que los recursos se prioricen en el mantenimiento de la estabilidad interna, algo que en nuestra región, a veces, se confunde con la propia supervivencia del régimen. Es el “resolver” diario, pero a escala de estado.

Estados Unidos: La Maquinaria de la Hegemonía Global
En el extremo opuesto del espectro, Estados Unidos reafirma su inquebrantable posición como la principal potencia militar del mundo. Con un presupuesto estimado de 997.300 millones de dólares para 2025, el gasto militar estadounidense eclipsa por completo el de Venezuela, representando aproximadamente el 3,5% de su PIB. Esta cifra, aunque porcentualmente menor que en épocas de la Guerra Fría, es colosal en términos absolutos y refleja una estrategia de seguridad que va mucho más allá de la defensa de su territorio.
La magnitud de su arsenal es asombrosa: más de 1,3 millones de soldados activos, 13.043 aeronaves, 391.963 vehículos blindados y 440 buques de guerra, incluyendo una docena de portaaviones, algo impensable para casi cualquier otra nación. Este vasto aparato militar no solo busca garantizar la seguridad nacional, sino que sustenta una presencia global en más de 70 países, proyectando poder y manteniendo alianzas estratégicas en cada rincón del planeta. Para muchos de nosotros que venimos de países con una historia compleja de relación con el gigante del norte, es difícil no sentir la sombra de esta maquinaria, que, aunque a veces se presente como garante de la estabilidad, también ha sido protagonista de intervenciones que han marcado nuestra historia como región.
Choque de Modelos: Supervivencia vs. Proyección Global
La brecha entre Venezuela y Estados Unidos trasciende las cifras. Venezuela, sumida en una profunda crisis, lucha por el mantenimiento de sus fuerzas armadas, la modernización tecnológica y la gestión de unos recursos cada vez más escasos. La reducción de su gasto militar desde 2020 se puede atribuir directamente a la contracción económica (su PIB ha caído drásticamente en la última década, impactando todas las partidas presupuestarias), las sanciones petroleras y el desmantelamiento de su industria. He visto a miles de venezolanos, muchos de ellos profesionales y militares, buscar un futuro fuera de sus fronteras, un fenómeno que los cubanos conocemos muy bien: la diáspora descapitaliza a la nación, dejándola más vulnerable.
Por otro lado, Estados Unidos invierte agresivamente en innovación, inteligencia artificial, ciberseguridad y armamento de última generación. Su gasto militar tiene profundas implicaciones geopolíticas: financia la OTAN, sus operaciones en el Indo-Pacífico para contener a China, el apoyo a Ucrania y la contención de actores como Irán. Es un gasto diseñado para mantener una hegemonía global y una capacidad de respuesta ante cualquier amenaza percibida, desde conflictos regionales hasta ciberataques transnacionales.
Escalada de Tensiones y la Guerra de Narrativas
La tensión entre ambos países no es nueva, pero ha escalado recientemente. El presidente Nicolás Maduro ha denunciado el despliegue de “ocho barcos de guerra y 1.200 misiles cerca de las costas venezolanas” por parte de Estados Unidos, calificándolo como una amenaza directa a la soberanía. Además, el reciente incidente donde un barco, calificado por EE.UU. como una embarcación de narcotraficantes, fue destruido, ha sido objeto de una controversia aún mayor. El gobierno bolivariano afirma que el video de la destrucción es una «recreación de inteligencia artificial», un argumento que, desde mi experiencia observando los pulsos entre naciones, siempre me hace levantar una ceja. ¿Realidad o show mediático? En nuestro vecindario, la verdad a menudo es más compleja de lo que parece en los titulares y forma parte de una guerra de narrativas, algo que he visto repetirse en muchos conflictos a lo largo de mi carrera.
Radiografía Económica y Demográfica del Contraste
Para entender mejor esta disparidad militar, es fundamental observar los pilares económicos y demográficos de ambos países:
- PIB (Producto Interno Bruto):
- EE.UU.: Supera los 26 billones de dólares, siendo la mayor economía del mundo, con una robusta diversificación que le permite sostener un gasto militar sin precedentes.
- Venezuela: Ronda los 100.000 millones de dólares, una cifra que refleja una contracción brutal en la última década, principalmente por la caída de la producción petrolera y la mala gestión.
- PIB per cápita:
- EE.UU.: Más de $78.000 por persona, lo que denota una alta capacidad adquisitiva y un estándar de vida elevado.
- Venezuela: Menos de $3.000, reflejando una profunda crisis económica, escasez generalizada y un éxodo masivo de su población.
- Inflación:
- EE.UU.: Controlada, en torno al 3-4% anual, permitiendo una planificación económica estable.
- Venezuela: Históricamente hiperinflacionaria, aunque ha mostrado signos de desaceleración en años recientes, sigue siendo un factor de inestabilidad brutal para cualquier presupuesto, militar o civil.
Gasto Militar Comparado: Una Brecha Inmensa
- EE.UU.:
- Presupuesto: 997.300 millones de dólares.
- % del PIB: Alrededor del 3,5%.
- Venezuela:
- Presupuesto: 4.093 millones de dólares.
- % del PIB: 0,5%.
Demografía: Población y Calidad de Vida
- Población:
- EE.UU.: Más de 330 millones de habitantes, con una pirámide demográfica relativamente joven y diversa.
- Venezuela: Alrededor de 28 millones, pero con una fuerte emigración de casi 8 millones de personas en los últimos años, lo que representa una descapitalización humana sin precedentes.
- Esperanza de vida:
- EE.UU.: Cerca de 77 años, un indicador de acceso a servicios de salud y bienestar.
- Venezuela: Alrededor de 72 años, una cifra que ha podido verse impactada por la crisis humanitaria compleja y el colapso de los servicios básicos.
Implicaciones Geopolíticas y Futuro Incierto
La disparidad en gasto militar y recursos subraya dos visiones de estado fundamentalmente diferentes: una Venezuela centrada en la supervivencia institucional y el control interno, a menudo recurriendo a alianzas con actores como Rusia, China o Irán para buscar apoyo y contrapesar la influencia estadounidense; y unos Estados Unidos que persiguen una hegemonía global, con una capacidad de intervención y disuasión en cualquier punto del globo. Esta última es una realidad que los cubanos conocemos demasiado bien, viendo cómo las decisiones de Washington afectan el día a día en nuestro vecindario caribeño.
La persistencia de las tensiones, las denuncias de despliegues militares y los incidentes como el del «barco narco» (con la curiosa acusación de ser una «recreación de IA») dibujan un panorama de incertidumbre en la región. La falta de diálogo y el aumento de la retórica confrontativa no hacen más que enturbiar las aguas de un Caribe ya de por sí complejo, donde la estabilidad es un bien preciado y a menudo esquivo. Como periodista que ha seguido de cerca la diáspora y las políticas migratorias, veo cómo estas tensiones impactan directamente en la gente, en el «papeleo» para visas, en las oportunidades de «echar pa’lante» o, tristemente, en la desesperación que lleva a muchos a intentar la travesía ilegal. Para el cubano, la situación venezolana tiene un eco muy familiar.
Conclusión: Un Ecosistema de Desafíos Interconectados
En definitiva, la comparación del gasto militar entre Venezuela y Estados Unidos es un síntoma de un ecosistema de desafíos más profundos. Mientras la nación caribeña navega por una crisis multifacética que reduce su capacidad de inversión en defensa y su proyección exterior, la superpotencia norteamericana mantiene una inversión masiva para sostener su rol de líder mundial, con un impacto innegable en las dinámicas de poder en América Latina. Las decisiones tomadas en uno u otro bando no solo moldean sus respectivas políticas exteriores, sino que definen, en gran medida, el destino de millones de personas y la estabilidad de una región que, como la mía, anhela paz y prosperidad, aunque a menudo encuentre en su camino la resonancia de viejas y nuevas confrontaciones.
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