La paradójica historia de Yosniel Alginis Villalón López, un exjuez cubano que buscó refugio en Estados Unidos tras desafiar al régimen, ha tomado un giro dramático. Después de negarse a condenar a manifestantes de las protestas del 11J, huyó de la isla y solicitó asilo, pero hoy se encuentra detenido por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y enfrenta una posible deportación, un destino que podría significar la cárcel por «traición».
De la Toga en La Habana a una Celda en Nueva York
En junio de 2021, Villalón fue investido como juez del Tribunal Provincial Popular de La Habana, jurando fidelidad a la Constitución socialista en el solemne Salón de los Espejos del Museo de la Revolución. Semanas después, su compromiso con la justicia fue puesto a prueba. Cuando miles de cubanos tomaron las calles el 11 de julio, Villalón se mantuvo firme en sus principios y se negó a sentenciar a los manifestantes que llegaron a su tribunal, argumentando que «los cargos no reflejaban delitos reales».

Su decisión le costó caro. Acusado de traidor, vigilado e intimidado, no tuvo más opción que huir en 2022. Su odisea lo llevó por Sudamérica hasta Estados Unidos, donde comenzó una nueva vida en Miami trabajando en la limpieza y en almacenes mientras su solicitud de asilo avanzaba.
Un Amor Transfronterizo y una Decisión Fatal
Fue en medio de esta nueva rutina que conoció por Instagram a Stéphanie Penta, una masajista canadiense. La relación floreció y, tras varios viajes y conocer a las hijas de ella, se casaron en mayo de 2025 con el sueño de formar una familia en Canadá.

Asesorados por un abogado, creyeron que su matrimonio los amparaba bajo la excepción familiar del Acuerdo de Tercer País Seguro, que regula las solicitudes de asilo entre EE.UU. y Canadá. Con esa confianza, se dirigieron al cruce fronterizo de Lacolle el 2 de julio para iniciar su nueva vida. El resultado fue devastador.
Análisis: Atrapado en la Burocracia que Debía Protegerlo
El caso de Villalón expone la cruel ironía del sistema migratorio. A pesar de llevar pruebas de su matrimonio y su situación política, los agentes canadienses, según su testimonio, dudaron de la autenticidad de la unión y desestimaron sus documentos. En minutos, el sueño se convirtió en pesadilla: fue entregado a las autoridades de EE.UU. y recluido en un centro de detención de ICE en Batavia, Nueva York.
“Solo buscaban justificar lo que ya pensaban de mí”, declaró el exjuez al medio canadiense The Gazette, resumiendo la frustración de quien se ve atrapado no por falta de razón, sino por la rigidez de un sistema.
Con una audiencia de deportación fijada para finales de agosto, el futuro es incierto. Su esposa lucha contra el reloj, pagando abogados y manteniendo la esperanza, mientras responde la pregunta más difícil: “Mi hija menor no para de preguntar: ‘¿Cuándo viene?’”. Una pregunta para la que, por ahora, no hay respuesta.