Desde Santiago de Cuba, un testimonio anónimo pero profundamente elocuente está resonando con fuerza en las redes sociales y la comunidad médica. Una enfermera, cuya identidad se protege por seguridad, ha grabado un video denunciando las condiciones críticas y la realidad oculta que define al sistema de salud público en la isla. Su voz, cargada de frustración pero también de un valor extraordinario, describe un escenario de carencias extremas que contrasta radicalmente con la narrativa oficial de Cuba como «potencia médica mundial».
En la grabación, difundida por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, la profesional describe la falta de insumos más básicos: desde guantes estériles y jeringuillas hasta medicamentos esenciales y equipos médicos en estado de obsolescencia. Su relato va más allá de la escasez material; pinta un cuadro de agotamiento profesional, presión política y un entorno laboral que pone en riesgo tanto la salud de los pacientes como la integridad física y mental de los trabajadores. Denuncia que, mientras el gobierno exhibe logros médicos en el exterior, la base del sistema dentro de la isla se sostiene gracias al esfuerzo sobrehumano de unos profesionales mal remunerados y abandonados a su suerte.
El testimonio aborda un punto crucial: la fuga de talento. La enfermera señala a las «Misiones Médicas» en el extranjero no como un motivo de orgullo, sino como una válvula de escape forzosa y una forma de «explotación moderna» que, paradójicamente, ofrece a los profesionales la única oportunidad de obtener ingresos que en 40 años de trabajo dentro de Cuba no podrían ni soñar. Esta crítica directa cuestiona uno de los pilares de la propaganda del régimen, que presenta estas misiones como un acto de solidaridad internacionalista.
La valentía de la enfermera reside en hablar «con dignidad y valentía» dentro de un sistema donde la disidencia profesional suele ser silenciada. Su video, filmado conversando con pacientes a las afueras de un centro de salud, se convierte en un acto de periodismo ciudadano y una demanda de transparencia. No comete un delito, sino que ejerce un derecho: el de revelar la verdad sobre un sistema que afecta la vida de millones de cubanos.
Su mensaje final es un llamado a la acción y a la solidaridad. Representa a miles de profesionales que, en el anonimato, luchan diariamente por salvar vidas en condiciones adversas. Su voz es un recordatorio poderoso de que el cambio comienza cuando el miedo es reemplazado por la verdad, y de que la censura es un instrumento frágil frente a la determinación de quienes exigen justicia y condiciones dignas para poder cumplir con su juramento de cuidar de los demás.













