En una acción coordinada que refleja el endurecimiento de las políticas migratorias bajo la actual administración, agentes de la Oficina de Operaciones de Remoción (ERO) del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) arrestaron a cuatro extranjeros condenados por delitos sexuales en el área metropolitana de San Diego, California. Entre los detenidos se encuentra el ciudadano cubano Walter Ramírez, con un historial delictivo que incluye violación, agresión sexual a un menor bajo los efectos de drogas y violencia doméstica.
El operativo, enmarcado en la directiva prioritaria de la administración Trump de enfocarse en extranjeros que representan una amenaza para la seguridad pública, también resultó en la captura de Eduardo Negrete (México), Hoang Nguyen (Vietnam) y Devin Richardson (Bahamas). Todos comparten condenas por delitos sexuales contra menores, y algunos habían incumplido el requisito legal de registrarse como delincuentes sexuales.
Patrick Divver, director de ERO San Diego, fue contundente al calificar a los arrestados como «depredadores» que «se cebaban con los miembros más vulnerables de nuestra comunidad». Destacó el caso de uno de los condenados, quien residía cerca de una guardería y una escuela primaria, subrayando el «peligro inminente» que representaba.
Sin embargo, la posible deportación de Ramírez enfrenta el obstáculo de la política del gobierno cubano, que sistemáticamente se niega a readmitir a nacionales con antecedentes penales en Estados Unidos. Esta postura ha creado un limbo legal para varios ciudadanos cubanos, llevando a Washington a buscar acuerdos de deportación con terceros países, una práctica que ha generado críticas por parte de defensores de derechos humanos y tensiones diplomáticas.
Este caso ejemplifica los complejos desafíos logísticos y diplomáticos de la deportación, incluso cuando existe consenso sobre la gravedad de los crímenes cometidos.














