La imagen de una patrulla de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) varada en un extenso charco en La Habana, con sus agentes empujándola a pie y sin zapatos, ha trascendido la anécdota para convertirse en un potente símbolo de la profunda crisis de infraestructura que asola a Cuba. Este suceso, capturado en video y rápidamente viralizado en plataformas como TikTok, no solo ha desatado una ola de comentarios y burlas, sino que también ha reabierto el debate sobre las prioridades del Estado cubano, la deteriorada relación entre la ciudadanía y sus fuerzas del orden, y la cruda realidad de una capital que se hunde en el abandono.
Como periodista experto en la realidad cubana y con más de una década analizando sus dinámicas sociales y políticas, este incidente no es un hecho aislado, sino la punta del iceberg de problemas estructurales que impactan directamente en la vida cotidiana de millones de cubanos. Es una instantánea que condensa la frustración acumulada, la falta de inversión en servicios básicos y la percepción de un Estado más preocupado por el control que por el bienestar de su población.
Havana: Entre el Encanto Colonial y la Realidad del Deterioro Urbano
La Habana, con su rica historia y arquitectura colonial, es un destino turístico icónico, pero sus barrios y calles esconden una realidad mucho más compleja. Décadas de falta de mantenimiento, escasez de recursos y una gestión ineficaz han convertido la infraestructura vial de la ciudad en un desafío constante. Las avenidas principales y las intrincadas arterias de los barrios se encuentran en un estado de deterioro crítico, plagadas de baches, grietas y sistemas de alcantarillado colapsados.
Esta precariedad se agrava exponencialmente con las lluvias. Lo que en otras ciudades sería una precipitación normal, en La Habana puede transformar calles enteras en verdaderos ríos o lagunas, haciendo imposible el tránsito vehicular y peatonal. Este fenómeno recurrente afecta no solo la movilidad, sino también la higiene y la salud pública, al favorecer la acumulación de basura y la proliferación de vectores de enfermedades. La ausencia de un plan de infraestructura robusto y la ejecución limitada de proyectos de reparación hacen que cada temporada de lluvia sea un recordatorio de esta vulnerabilidad crónica.
La Patrulla 722: Un Símbolo de la Resistencia y la Indiferencia
El incidente de la patrulla 722 se ha vuelto viral gracias a un video compartido en TikTok por el usuario «coloraodt». La grabación muestra a dos agentes de la PNR, visiblemente frustrados y con los pantalones arremangados por encima de las rodillas –y sin zapatos–, empujando el vehículo oficial, un Peugeot 301, a través de un charco de agua de proporciones considerables. La escena es, cuanto menos, surrealista y profundamente irónica.
El hecho de que sean los propios agentes quienes deben resolver la situación con sus propios medios –en una suerte de «auto-rescate» forzoso–, mientras la población observa con distancia, es revelador. La indiferencia de los transeúntes, que en otras latitudes podría interpretarse como una falta de civismo, en Cuba es un reflejo de una compleja dinámica social donde la PNR es percibida, a menudo, más como un brazo ejecutor de un régimen autoritario que como una fuerza de protección ciudadana. La burla en redes sociales, con comentarios como «Anfibio 722, díganos sus coordenadas… ya va el refuerzo en camino», o «Etamo’ en camino a Carlos Tre Palito… el mercado…», es una válvula de escape para el descontento que rara vez puede expresarse abiertamente.
Este incidente en particular, ocurrido un domingo de agosto de 2025 según el registro, aunque atemporal en su significado, encapsula la resistencia silenciosa y la ironía amarga con la que muchos cubanos viven el día a día bajo condiciones adversas.
Un Historial de Tropiezos: La Vulnerabilidad del Parque Automotor Policial
La patrulla 722 no es un caso aislado. El parque automotor de la PNR en Cuba ha estado bajo escrutinio público debido a su frecuente implicación en accidentes y a las evidentes limitaciones de su operación en un entorno con infraestructuras deficientes. A lo largo de los últimos años, informes periodísticos y publicaciones en redes sociales han documentado numerosos incidentes que reflejan la vulnerabilidad de estos vehículos:
- En julio de 2024, una patrulla de Inmigración se vio envuelta en un triple accidente en Villa Clara, un suceso que dejó varios heridos y expuso la peligrosidad de las vías.
- En mayo del mismo año, otro vehículo policial protagonizó un choque múltiple, también en Villa Clara, reavivando el debate sobre la seguridad vial en la isla.
- Para abril de 2024, una patrulla colisionó con un auto de turismo en la autopista nacional, un incidente que generó cuestionamientos sobre la formación de los conductores y el estado de los vehículos.
- Incluso en noviembre de 2023, un carro patrullero impactó contra el emblemático muro del Malecón habanero, un evento que se sumó a la larga lista de accidentes de tránsito en la capital.
Estos ejemplos, reportados por medios como CiberCuba, sugieren una crisis latente en el transporte policial, que va más allá de un simple percance. Apuntan a un desgaste generalizado de la flota y a una infraestructura vial que no está a la altura de las exigencias mínimas. A pesar de estos problemas, el régimen cubano ha demostrado una priorización continua en la inversión para la renovación de su flota de patrullas, como lo evidenció la llegada de un nuevo lote de vehículos en septiembre de 2023. Esta inversión contrasta drásticamente con la situación del transporte público, lo que nos lleva al siguiente punto.
Inversión Asimétrica: ¿Seguridad Interna vs. Bienestar Ciudadano?
La paradoja que resalta el incidente de la patrulla varada es la asignación desequilibrada de recursos estatales. Mientras los vehículos policiales son renovados y mantenidos (en la medida de lo posible), el transporte público en la isla se encuentra en un estado de colapso casi total. Los ómnibus son escasos, viejos, y a menudo operan en condiciones precarias, lo que se traduce en rutas canceladas, demoras interminables y aglomeraciones insostenibles. Miles de cubanos dedican horas al día a intentar trasladarse, un sacrificio que impacta directamente en su productividad y calidad de vida.
Según análisis de expertos en desarrollo y comparaciones con patrones de inversión en infraestructura en países de la región (aunque Cuba no publica datos detallados de forma transparente, la observación empírica es contundente), la prioridad del gobierno cubano parece inclinarse hacia el fortalecimiento de los mecanismos de control interno. La inversión en el Ministerio del Interior (MININT) y sus diferentes ramas, incluida la PNR, parece ser una constante, incluso en momentos de aguda crisis económica. Esto se refleja en la adquisición de nuevas patrullas, equipamiento de vigilancia y recursos para la represión de la disidencia.
Por otro lado, la inversión en infraestructuras básicas como carreteras, puentes, sistemas de alcantarillado y mantenimiento urbano es notoriamente insuficiente. Estudios sobre infraestructura en el Caribe, como los que ocasionalmente publica la CEPAL, suelen destacar las deficiencias en el sector vial de la región, y Cuba no es una excepción. El resultado es un país donde las calles están deterioradas, llenas de baches y sin desagües adecuados, creando las condiciones perfectas para escenas como la de la patrulla 722. Esta disparidad en la inversión no solo es una cuestión económica, sino una declaración política sobre lo que el Estado considera esencial para su supervivencia.
Implicaciones a Largo Plazo: La Confianza Erosionada y el Futuro Urbano
El incidente de la patrulla varada y la respuesta pública que generó son un síntoma de una crisis de confianza y legitimidad mucho más amplia. Cuando los ciudadanos ven que los recursos se desvían hacia un aparato represivo mientras sus necesidades básicas son desatendidas, la frustración se acumula. La indiferencia ante la PNR en apuros no es casual; es el resultado de años de una relación tensa, marcada por la vigilancia y la falta de empatía.
A largo plazo, esta dinámica tiene consecuencias devastadoras para el desarrollo social y urbano de Cuba. La persistente degradación de la infraestructura no solo dificulta la vida diaria, sino que también ahuyenta la inversión, limita el desarrollo económico y socava cualquier intento de modernización. Una ciudad donde la movilidad es un lujo y donde las lluvias se convierten en catástrofes diarias es una ciudad estancada.
Además, la priorización de la seguridad sobre el bienestar civil erosiona el contrato social. Los ciudadanos esperan que su gobierno provea servicios básicos y garantice un entorno habitable. Cuando esto falla sistemáticamente, la brecha entre gobernantes y gobernados se ensancha, sembrando el terreno para un descontento aún mayor.
Conclusión: Un Llamado al Cambio de Prioridades
El espectáculo de la patrulla 722 en el charco de La Habana es una metáfora cruda de la realidad cubana. Más allá de la instantánea viral, subraya la urgencia de un cambio de prioridades en la asignación de recursos. Es un llamado a invertir en la gente, en su movilidad, en su entorno, y no únicamente en el mantenimiento de un sistema de control.
Para que La Habana y el resto de Cuba puedan avanzar, es imperativo abordar la crisis de infraestructura con una visión estratégica y una inversión significativa. Solo entonces, quizá, la imagen de un vehículo de servicio público atascado en el abandono se convierta en una reliquia del pasado, y no en un triste presagio del futuro.
La sociedad cubana, a través de sus reacciones en redes sociales, ha emitido un juicio claro. El futuro de la isla dependerá de la capacidad de sus líderes para escuchar y, más importante aún, para actuar en consecuencia, priorizando las necesidades reales de sus ciudadanos por encima de cualquier otro interés.

Crédito: Imágenes del suceso | Foto © Captura de video Tiktok / coloraodt