La desesperación familiar revela la cruda realidad de la escasez de recursos médicos en medio del colapso del sistema de salud.
En el marco de un sistema sanitario nacional bajo una presión extrema, emerge la angustiosa historia de una paciente diabética cuya vida pende de un hilo debido a la falta de insumos más elementales en el Hospital CIMEQ, una institución médica de referencia en La Habana. Araceli, quien lucha contra su propia enfermedad, se convierte en la voz de su sobrina, Magdalena Dieguez Escalona, residente en Santa Fe, Playa. La joven sufrió un severo pico diabético mientras se encontraba cerca de dicho centro hospitalario, al cual fue trasladada de urgencia. Sin embargo, la asistencia que recibe dista mucho de ser la adecuada.
El drama se profundiza al comprobar que, dentro del hospital, no existen ni siquiera las tiras reactivas necesarias para medir los niveles de glucosa en sangre, un procedimiento vital para el manejo de la diabetes. Esta carencia impide monitorear su estado y administrar el tratamiento correcto, dejando a Magdalena en un limbo de incertidumbre y peligro. La familia ha lanzado un llamado desesperado a la solidaridad ciudadana, solicitando urgentemente estos insumos e instando a quienes puedan ayudar a comunicarse al número telefónico 54787580.
Este caso no es aislado, sino un síntoma más de una crisis generalizada. La situación pone en evidencia la profunda contradicción entre el discurso oficial y la realidad que viven los cubanos de a pie. Mientras se reporta que en instalaciones como el CIMEQ existen áreas con todos los recursos para atender a la dirigencia y sus círculos cercanos, los pacientes comunes enfrentan una desoladora escasez. La historia de Magdalena es un testimonio crudo de cómo la falta de medicamentos y materiales médicos básicos puede convertir una emergencia tratable en una tragedia inminente, cuestionando la equidad y la eficacia del modelo sanitario cubano en el contexto actual.














