La 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas, como es habitual, fue un escenario de pronunciamientos grandilocentes y retórica confrontacional. Sin embargo, entre la cacofonía de quejas y posturas irreconciliables, surgieron dinámicas y alineaciones geopolíticas significativas que ofrecen una lectura más precisa del estado actual del orden internacional, particularmente en torno al conflicto israelí-palestino y la postura hacia Irán.
La crítica frontal a la efectividad de la ONU fue un punto de partida compartido por líderes de orientaciones dispares. Mientras el expresidente Donald Trump calificó al organismo de productor de «palabras vacías» que no resuelven conflictos, el presidente argentino Javier Milei secundó esta visión y adoptó una postura marcadamente proisraelí, vinculando el terrorismo de Hamás con ataques sufridos históricamente por Argentina.
El apoyo a Israel mostró fisuras esperadas entre sus aliados tradicionales y sorpresas estratégicas. El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, se alinearon con la corriente crítica predominante en la Asamblea hacia las acciones israelíes, lo que refleja una presión política interna y un distanciamiento táctico. En contraste, un apoyo más pragmático llegó desde Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, cuyo presidente, Prabowo Subianto, hizo un llamado inusual a reconocer la necesidad de seguridad de Israel. De forma aún más significativa, el presidente sirio, Ahmed al-Sharaa, mostró una tolerancia hacia Israel mayor que la dirigida a sus volubles aliados, reafirmando el compromiso con acuerdos de desmilitarización vigentes desde hace décadas, lo que sugiere una potencial vía de estabilidad bilateral ajena a la retórica general.
Paralelamente a los discursos, en los márgenes de la Asamblea se avanzó en una acción concreta: la probable reimposición de sanciones de la ONU contra Irán mediante el mecanismo de «reinicio rápido», una medida impulsada por potencias europeas ante la falta de avances en el acuerdo nuclear. Este movimiento subraya que, más allá de la palabrería en el hemiciclo, la verdadera negociación y la toma de decisiones que afectan a la seguridad global continúan desarrollándose en las reuniones bilaterales y los corredores, que siguen siendo el auténtico centro de gravedad de la diplomacia internacional.













